Desde hace casi tres décadas, las comunidades Zapatistas han construido caminos de autonomía y han dejado huellas en la manera de organizarnos. Recordándonos que hay un mundo en el que caben muchos mundos y que sigue siendo posible, a pesar de todas las dificultades, si luchamos juntas.
 
En octubre de 2020, las compañeras zapatistas anunciaron que emprendían una gira planetaria, siendo la primera parada Europa. La avanzadilla, el Escuadrón Zapatista 421, desembarcó en Galicia el junio de 2021. Después de infinidad de trámites y obstáculos, la compañía zapatista aerotransportada “La Extemporánea” saldrá de la Ciudad de México con rumbo a Europa el septiembre del 2021 para iniciar el Viaje por la vida. La gira propiciará espacios de diálogo y aprendizaje mutuo, especialmente entre qquienes, en la cotidianidad de sus luchas, ponen la vida en el centro.
 
Desde la Comisión Feminista creemos necesario nutrirnos de otras prácticas feministas que nos amplíen la mirada y a partir de aquí, seguir profundizando en las luchas propias. Por eso hemos conversado con Mariana Mora sobre las prácticas de autonomía de las mujeres Zapatistas. Profesora e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en la Ciudad de México, Mora es miembra de la Red de feminismos decoloniales y autora del libro “Política Kuxlejal”. Ha acompañado durante muchos años los procesos en las comunidades Zapatistas.
 
Autonomía y organización comunitaria de las zapatistas
 
“Me gustaría empezar por los elementos cotidianos que le otorgan sentido a la Autonomía”. Desde hace décadas, las compañeras zapatistas se organizan de manera voluntaria y colectiva en colectivos de producción (huerto, ganado, artesanía...). Dos o tres veces a la semana acuden al espacio, desarrollan sus actividades, hablan entre ellas y se forman políticamente. De sus ventas generan pequeños fondos colectivos tanto para responder a las necesidades de ellas y de sus familias (p. ej. gastos médicos), como para aportar a la movilización política, fiestas o acto conmemorativos en sus comunidades. La participación política de las mujeres tzeltal, tzotzil, tojolabal y chol es inseparable de estos colectivos de producción: de los actos de cosechar, sembrar, cuidar animales, etc. y de sus fondos revolventes.
 
A partir de las experiencias y capacidades que desarrollan, mujeres zapatistas en estos colectivos suelen empezar a asumir cargos o responsabilidades políticas voluntarias en sus comunidades, municipios autónomos o en el caracol. Por ejemplo, formando parte de la Junta de Buen Gobierno. Con el tiempo muchas han ido asumiendo temas que suelen caer más en las esferas “masculinas”: reivindicando la propiedad de la tierra, que a su vez transforma el sentido de la autonomía.
 
La Autonomía es lo que permite garantizar las condiciones para la reproducción de la vida social vinculada a un territorio. Lo que hacen las mujeres en los colectivos –produciendo y generando ingresos– se convierte en una base colectiva, más allá de la estructura familiar, insertada en el tejido comunitario que va asegurando estas condiciones de reproducción social y de subsistencia digna. Forma parte de lo que sostiene la vida–existencia colectiva.
 
Desde 1994, la autonomía permite una recuperación y reconstitución del territorio maya, tzeltal, tojolabal, tzotzil y chol. En los primeros años tuvieron que recuperar la fertilidad de la tierra (desde la agroecología, tal como está estipulado en todo el territorio), recuperar la memoria ancestral e intercambiar saberes con otras organizaciones indígenas y campesinas.
 
El trabajo de las mujeres sobre las tierras recuperadas contribuye a asegurar estas condiciones de reproducción social del colectivo. Más allá de su participación en diferentes comisiones de reparto agrario, educación, salud, justicia, etc. su trabajo forma parte de la columna vertebral de la autonomía. Una aportación de la praxis política a la autonomía, asegurando la reproducción del comunal.
 
Durante la pandemia, las tareas de las mujeres, médicas tradicionales, comadronas y curanderas ha sido fundamental. Sus roles han adquirido un papel todavía más relevante. Quizás las respuestas comunitarias frente a la pandemia permiten continuar resignificando este tipo de actividades que dan sostén en la comunidad.
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