La pandemia llegó abruptamente. Y con ésta, el trabajo a distancia. A pesar de estar presente en muchos sectores, chocaba con el espíritu de Coop57. Nos gusta trabajar con la
proximidad por bandera, especialmente con nuestras socias.

Aun así, es necesario recalcar que durante el primer semestre no hemos teletrabajado. Hemos vivido un confinamiento, con toda la carga familiar, emocional, física, económica y social que supone a la vez que continuábamos trabajando. Y mientras tanto, intentábamos mantener el espíritu de equipo, tanto de las trabajadoras como de los órganos políticos y las comisiones. Preservando la confanza y proximidad con las socias de servicios y colaboradoras. Reorganizándonos con la mayor celeridad para atender el impacto de la crisis sanitaria y socioeconómica que ganaba fuerza a cada segundo.

Analizar el confinamiento desde diferentes ejes de desigualdades evidencia que no ha sido igual para todos los hogares. Requiere un techo seguro, un espacio acondicionado para el trabajo, apoyo a las tareas de cuidados o no tener personas a cargo. Desde casa, concentrarse y gestionar la jornada laboral no es fácil. Más aún cuando el tetris exige una flexibilidad desmesurada para coordinar equipos de trabajo grandes, encajando particularidades y necesidades diversas. Incluso tuvimos problemas logísticos de todo tipo: faltaban herramientas compartidas en la nube; procesos que exigen presencialidad o papel impreso; coordinar la centralita telefónica fue un reto... Con el añadido del volumen incrementado de trabajo y los impedimentos sobrevenidos, pusimos a prueba el teletrabajo. Un gran estreno sin ensayo general.

No todas partíamos de la misma casilla de salida frente al confnamiento. Nunca pueden dejarse de lado las intersecciones de género, origen, edad, clase, territorio... Y si le añadimos las vertientes físicas o emocionales, el teletrabajo también requiere mantener en plena pandemia un buen estado de salud, incluida la mental. Aprender a nadar en el mar y sin flotador. El escollo más grande ha sido la conciliación de vida personal y laboral.
Por otro lado, compañeras del equipo técnico ya teletrabajaban antes de la pandemia. El confnamiento ha hecho comunes las carencias que sufrían, derivadas por ejemplo de la falta de espacios de encuentro físico. Demostrando las difcultades, en un contexto así, para cuidar y ser cuidadas por el resto de trabajadoras de la cooperativa.

Aun así, la misma naturaleza de Coop57, basada en círculos de personas compartiendo el cuidado de la entidad en órganos políticos y comisiones, la hace más resiliente frente a situaciones así. A pesar de la dureza del contexto que nos rodea, éste nos empuja a seguir aprendiendo como organización. Hemos visto que el teletrabajo es factible y hemos detectado los errores a atender. Ahora, tendríamos que ver si el teletrabajo es deseable. ¿Cómo reformulamos el encierro del trabajo productivo en las casas? ¿Cómo aprovechamos las potencialidades? La mayor libertad de gestión de los tiempos o el ahorro en desplazamientos, por ejemplo. Está claro que el teletrabajo a palo seco, sin una reestructuración social que asuma colectivamente los cuidados, atomiza más la sociedad y empeora el panorama laboral. El reto es descubrir la forma sostenible de vivir en este mundo que ha cambiado tanto en menos de un año.
Sale en portada general: