Coop57 quiere cumplir su tarea conjugando aspectos económicos y sociales que se traduzcan en resultados prácticos y reales. En el sector primario, lo hace valorando la necesidad de desarrollar un ámbito económico clave por una sociedad equilibrada y justa. Donde la soberanía alimentaria tome la centralidad y el protagonismo que se merece.
 
Siguiendo los principios de la economía social y solidaria (ESS), Coop57 ha hecho una apuesta especial para apoyar al sector primario, aportar soluciones prácticas y promover los ámbitos de la alimentación, la agricultura, la ganadería y la comercialización justa. Coop57 da mucho valor a un sector que es imprescindible para la sostenibilidad de la vida y para tener un territorio vivo, vertebrado y protegido.
 
Que potencie relaciones justas entre productoras y consumidoras y que lo haga de manera sostenible, respetuosa, arraigada en el territorio y con una mirada larga, que construya alternativas a un sistema depredador que todo lo mercantiliza. Por eso, tal como defiende la ESS, desde Coop57 se trabaja para construir en el sector primario una economía de base democrática y local, que ponga las personas en el centro, y donde los bienes y servicios producidos se orienten a la satisfacción de las necesidades esenciales.
 
El movimiento agroecológico y la ESS

Últimamente, el movimiento agroecológico ha ocupado la agenda social y de la ESS. La pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto algo paradójicamente olvidado: la alimentación es básica y fundamental para la vida, a pesar de que el sistema capitalista se emperre a mercantilizarla e imposibilite el acceso para aquellas personas o territorios más vulnerabilizados.
 
A raíz de la crisis sanitaria y social, se han puesto en marcha varios proyectos de solidaridad para mejorar el acceso. Por naturaleza y definición, la ESS y sus prácticas combaten y crean alternativas al capitalismo. No es extraño, pues, que agroecologismo y ESS trabajen codo con codo.
 
Esto pasa en un momento en que se podría pensar que la llamada “burbuja de la ESS” sigue hinchada. Hay que estar atentas para que no absorba el movimiento y la lucha agroecológicas: hay que preservar la autonomía y campos de acción.
 
En sentido amplio, ambos movimientos pueden ser víctimas de ellos mismos por un anhelo de posicionamiento social: hoy, ser agroecológico y de la ESS aporta valor, estatus social, posibilidad de movilizar recursos y también valor mercantil.
 
Entre todas las opciones, puede encontrarse una basada principalmente en la motivación individual o gremial, pero no siempre necesariamente territorial. Es un ejemplo la visión hedonista de la alimentación agroecológica, que se puede basar en el culto al propio cuerpo y a la salud personal, más allá del compromiso y la solidaridad reales.
 
Aparece, así, el riesgo de caer en la vieja trampa capitalista: generar demanda y nuevos valores susceptibles a ser mercantilizados. Son ejemplo varios procesos de gentrificación de proyectos que ofrecen alimentos saludables, «eco» y de «kilómetro cero».
 
El consumo consciente y crítico de alimentación es, también, un acto político. Pero situar la transformación agroecológica sólo en el espacio del consumo consciente puede ir en contra de su protección como derecho y requisito biológico fundamental. La capitalización del campesinado, junto con la aparición e intensificación del uso de combustibles fósiles, son los causantes de la escisión histórica entre dos realidades: la «rural» y la «urbana». Parece ingenuo pues, e incluso temerario, pensar que el mercado nos dará la solución al problema que éste mismo crea. El «capital» protagonista de la economía solidaria tienen que ser nuestras manos.
 
La agroecología y la ESS solo contribuirán a la sostenibilidad –territorial, regional y mundial– si son anticapitalistas, capaces de reconstruir un contrato social entre territorios basado en el compromiso, la solidaridad, la planificación y acción conjunta. Para que la unión de agroecología y economía solidaria sea un espacio real de transformación y apropiación social, hay que proteger de forma radical la dirección de abajo hacia arriba, y de la periferia –ruralia– hacia el centro –urbano–.
Sale en portada general: